Ser estudiante universitario hoy: nuestra relación con la tecnología
Por Manuela Orbe, Guadalupe Orgeira, María Laura Palladino, María Paula Saba y Lautaro Veloz
La tecnología se constituye, en el paso de la escuela secundaria a la universidad, como una herramienta de acompañamiento fundamental para resolver algunas de las dificultades a las que nos enfrentamos. Aun así, su uso puede generar, en determinadas situaciones, efectos negativos.
Por un lado, los estudiantes contamos con plataformas virtuales de gestión institucional, como el SIU Guaraní y el Campus virtual, que nos guían en nuestro recorrido universitario. El SIU Guaraní, por ejemplo, nos avisa por e-mail cuándo debemos inscribirnos a las materias, y el Campus nos permite comunicarnos con nuestros profesores y acceder a bibliografía digitalizada de cada materia. Los profesores, a su vez, utilizan estos canales como medio de contacto con los alumnos para responder consultas, compartir recursos, y recordar fechas de exámenes y trabajos prácticos. De esta manera, la inmediatez que genera esta transmisión de información en línea convierte a la tecnología en el aliado de todo estudiante.
Por otro lado, la libertad de tomar decisiones delante de una pantalla, que se definen con un “click” desde la comodidad de nuestra casa, puede ser contraproducente. En la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, por ejemplo, donde estudiamos los autores de este texto, la inscripción online a las materias agiliza el proceso, pero enfrenta a los estudiantes con disyuntivas que no pueden resolver: por ejemplo, los profesores son tan solo un nombre en una pantalla, sin ningún otro tipo de referencia. Estas cuestiones también estaban presentes cuando las inscripciones eran presenciales y en papel, pero el hecho de realizar el trámite en la facultad, donde había docentes, personal administrativo e incluso otros compañeros, permitía esclarecer las dudas inmediatamente en persona. En este contexto, es fácil que una página web colapsada o un correo electrónico no respondido nos lleven a experimentar una sensación de incertidumbre que pueda traducirse en nuestra inseguridad frente al aprendizaje y en el ámbito educativo.
Ante estas dificultades, sin embargo, los estudiantes hemos adoptado los grupos de Facebook como espacios de intercambio propios. En ellos se refuerza el proceso de socialización y se comparten inquietudes pertinentes a cada materia: sobre la franja horaria en que se dictan las clases, la carga horaria, los profesores que están en cada cátedra y la bibliografía necesaria para cursar, subida a los archivos generales del grupo. Así , cada uno de nosotros, siendo miembro, puede hacer su contribución. En otras palabras, la tecnología ha facilitado la difusión de material de consulta y ha fomentado la comunicación y solidaridad entre compañeros.
Dentro de la gama de oportunidades que nos ofrece la tecnología como «alumnos de hoy», es fundamental reconocerla como un recurso indispensable para el desarrollo académico. Pese a las dificultades mencionadas con anterioridad, su uso nos permite posicionarnos frente a un nuevo mundo y nos ayuda a re – construirnos como sujetos educativos y sociales. De este modo, se hace posible que evolucionemos no solamente como sujetos académicos sino también como sujetos integrados capaces de valorar la tecnología como herramienta vital para incluirla en nuestro campo de estudio y práctica profesional.