Tiempo y espacio de lectura Blog de construcción colaborativa con lecturas literarias, recomendaciones, citas e informaciones

Monthly archives "septiembre"

10 Articles

La buena suerte, de Rosa Montero

La novela recién publicada en la Argentina (agosto 2020) me llegó en un paquete de libros elegidos para pasar la cuarentena. Se entrama en una historia de rescates: Pablo, un arquitecto famoso, se vuelve otro cuando se interna en Pozonegro “ser otro es un alivio. Escapar de la propia vida. Destruir lo hecho. Lo mal hecho. Si tan sólo pudiera formatear su memoria y empezar de cero”, aunque el proceso orille la autodestrucción: “se está deshelando y eso lo convierte en un charco de agua sucia”. Hay una joven, Raluca, avasallada por el maltrato, pero que sostiene, sin dudar, su buena suerte; un exminero que sigue respirando atado a su bomba de oxígeno; una perrita que se ovilla en el calor humano. Personajes desgarrados y zurcidos. Pablo admira el kintsugi, que resulta ser la clave para todos ellos, “el arte japonés de reparar las cerámicas rotas con resina mezclada con polvo de oro o plata, de modo que la grieta queda bien a la vista, brillante, destacada, ennoblecida por el metal”. Ocasionalmente, la realidad, que ingresa a la novela en memorias de notas periodísticas, reúne a personajes, autora y lectores en la resistencia frente al maltrato y al abuso: “Los monstruos se ocultan en el lóbrego vientre del silencio doméstico”. Aquí la lectura se vuelve perlocutiva y nos interpela a no callarnos y a actuar.
¿Rosa Montero es una periodista que escribe o una escritora periodista? Las fronteras lábiles se discuten desde hace años y hoy se desdibujan frente a lectores que buscamos una buena historia. La buena suerte lo es, aunque quisiéramos menos velocidad en meses de encierro, cuando hay más tiempo para detenernos en los meandros de los textos, o bajarnos en todas las estaciones y mirar un poco más lo que nos depara cada personaje con su historia.
Para quienes desean leer rápido, va esta novela sin escollos, bien narrada, de una conocedora del oficio, una obra lista para volverse miniserie o película y así continuar veloz su derrotero.
Guillermina Piatti

LA CREACIÓN DEL MUNDO

LA CREACIÓN DEL MUNDO
Basado en un cuento de tradición popular cora.
Lengua: Nayeeri (Cora), Jalisco, Nayarit, Durango

https://68voces.mx/cora-la-creacion-del-mundo

Versión en Español

Cuentan que un día nuestra Madre Diosa, creó a los dioses para que cuidaran el agua y regaran la tierra.
Los hizo de algodón y los dejó en una laguna pero ellos se cansaron de estar ahí.
Entonces nuestra Madre Diosa se los llevó al cenit, sin embargo, cansados de estar colgados y con la ayuda de Tajá’a el Hermano Astro usaron sus flechas, extrajeron células de su cuerpo y formaron la Tierra.
Con un mechón de nuestra Madre Diosa, comenzaron a tejer un Tsíikiri u ojo de Dios.
Entonces la Madre Diosa puso encima la tierra y ordenó a los dioses que la pisaran y esparcieran mientras bailaban el mitote. Así se creó el mundo.
Así lo cuentan los coras.

Miradas al sesgo, lenguaje al filo. La isla es cada uno y todos son la isla

La última novela de Selva Almada, No es un río, ocupa una geografía que su autora conoce muy bien. Pero conocerla y representarla son dos conceptos diferentes. Almada aplica en los dos. La historia transcurre en ambos márgenes del río sin nombre, aunque la cercanía de la ciudad de Santa Fe le hace intuir al lector que se encuentra frente al Paraná o frente a uno de sus brazos. Por paradójico que parezca, el río es el puente entre la ribera de tierra firme y la costa de la isla. Los personajes principales – Enero, Eusebio, Tilo, El Negro, Aguirre – lo cruzan en ambas direcciones hasta que en un momento de la historia, al no encontrar espacio suficiente para eludirse, se enfrentan. Quien permanece siempre en la isla es Siomara, su misión es mantener encendido el fuego, literal y simbólicamente.
Ahora bien ¿quién narra? Uno como lector, entre suspicaz y prejuicioso, a lo largo del relato, especula: “en cualquier momento la voz de Selva Almada aparece y la delata. El lenguaje la va a exponer”, pero no. Habla el narrador en tercera persona y hablan los personajes, y ninguno de ellos da señas de autor o narrador culto, sinónimo de Selva Almada. Finalmente el lector se convence de que la voz que comanda la narración pertenece al territorio (tierra, agua y cultura). El imaginario rural modula sus tonos; el ritmo se encuentra sincopado por frases breves y nudos de silencio dentro de un registro lingüístico regional. El lenguaje del narrador compone a los personajes y a su entorno social, que Almada antes reprodujo también en Ladrilleros, su segunda novela. La representación domina por completo el relato, opacando cualquier indicio externo que nos distraiga de la puesta en escena. El tiempo dirá si en algún momento del recorrido, el léxico ambientalista se transforma en un factor de debilidad literaria.
En algunos resúmenes del libro, los críticos creyeron ver signos de realismo mágico o sugestiones próximas a lo fantástico. Ninguna de estas conjeturas, a mi modo de ver, resulta acertada. Se trata de realismo. Incluso la fragmentación de la trama y la ruptura de la cronología del relato, se podría decir, adoptan una forma de la existencia, una manera de estar en el mundo, conectada por fases o de modo alterno. Si alguno de los críticos tomara contacto con algún barrio del cono urbano, sin necesidad de trasladarse hasta las orillas de Santa Fe, constataría que vivir o sobrevivir en la periferia se asemeja bastante a una experiencia extraordinaria. Por lo tanto, Almada no hace otra cosa que exponer una realidad que en lo cotidiano dialoga con la violencia, la locura y la muerte. Si se quiere pensar en Horacio Quiroga, no sería equivocado, pero un Quiroga minimalista.
Selva Almada (2020). No es un río. Buenos Aires: Penguin Random House.

Rubén Dellarciprete

Las ciudades invisibles, de Italo Calvino

Prólogo (palabras de Calvino)
“¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles. Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices”.

Las ciudades y el deseo: Despina
De dos maneras se llega a Despina: en barco o en camello. La ciudad es diferente para el que viene por tierra y para el que viene del mar. El camellero que ve despuntar en el horizonte del altiplano los pináculos de los rascacielos, las antenas radar, agitarse las mangas de ventilación blancas y rojas, echar humo las chimeneas, piensa en una embarcación, sabe que es una ciudad pero la piensa como una nave que lo sacará del desierto, un velero a punto de zarpar, con el viento que hincha ya sus velas todavía sin desatar, o un vapor con su caldera vibrando en la carena de hierro, y piensa en todos los puertos, en las mercancías de ultramar que las grúas descargan en los muelles, en las hosterías donde tripulaciones de distinta bandera se rompen la cabeza a botellazos, en las ventanas iluminadas de la planta baja, cada una con una mujer peinándose.
En la neblina de la costa el marinero distingue la forma de la giba de un camello, de una silla de montar bordada de flecos brillantes entre dos gibas manchadas que avanzan contoneándose, sabe que es una ciudad pero la piensa como un camello de cuyas albardas cuelgan odres y alforjas de frutas confitadas, vino de dátiles, hojas de tabaco, y ya se ve a la cabeza de una larga caravana que lo saca del desierto del mar, hacia el oasis de agua dulce a la sombra dentada de las palmeras, hacia palacios de espesos muros encalados, de patios embaldosados sobre los cuales danzan descalzas las bailarinas y mueven los brazos, ya dentro, ya fuera del velo. Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone; y así ven el camellero y el marinero a Despina, ciudad fronteriza entre dos desiertos.

Para seguir leyendo:

https://leerlaciudadblog.files.wordpress.com/2016/05/calvino-las-ciudades-invisibles.pdf