Nota Editorial

Preliminares: una invitación a la lectura

Llegar, sentarse, mirar, mirarse, dudar, qué hago acá, qué me van a ofrecer, qué tendré para dar. Una cursada es el inicio de un viaje por territorios que nos son un misterio y donde uno también es mar y continente. Esa es la apuesta: buscar, disponerse, encontrar. El que busca, encuentra. Y vaya si encontramos. En las páginas que siguen hay intentos, vacilaciones, dudas, miedos, pensamientos, diferentes formas de buscar uno su propia voz. Esa que hable del mundo, de la pasión o del tedio por el mundo, de los modos en que nos vinculamos con él y de los modos en que la palabra pedagogía nos enlaza o entrelaza, nos cautiva o nos aburre. En las páginas que siguen hay un intento por autorizarnos: a hablar, a pensar, a decir, a imaginar en primera persona, en tercera persona del plural. Como sea, lo que importa es autorizarnos: firmar, ponerle la firma a lo que hacemos como potencia del decir, como el rechazo consciente a escondernos bajo miles de citas o como el intento rebelde porque otras voces no opaquen la búsqueda de un estilo, de un lenguaje propio. Esos son, un poco, los cimientos que intentan construir la base para las múltiples formas que toma la revista. Como obra, lo que resulta, es la búsqueda de cada une por encontrar un sitio de placer desde el cual enunciar y anunciar un pensamiento. Por qué no buscar la unión de autoría y placer, de autoría y sabor. Cuando el saber consigue estar cerca del sabor, lo que nos une en ese acto insondable al que llamamos educación, es la avidez por querer saber. Y el trueque del deber por el querer, creemos, ya no se cambia por nada.