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Pedagogizando[nos] Nº 7

Los miedos en el lenguaje, la voz como campo de batalla

Cartas pedagógicas

Escrita por Victoria Zonino

17 de julio de 2023, Ciudad de La Plata, Buenos Aires

También tengo miedo, miedo a no progresar como persona que piensa críticamente, miedo a no ser la profesional que deseo, tanto para mi autocrecimiento como para las personas guiadas. Miedo a no luchar lo necesario o lo suficiente para mejorar y cambiar la sociedad que nos rodea, miedo, a no lograr lo que soñamos y deseamos.

Esos miedos que nos corrompen, que nos paralizan, con los que vivimos diariamente, nos ayudan a cruzar fronteras, a supera(nos) como personas propias de una sociedad, de una pluralidad, pero también nos detienen.

¿Qué sería de nosotros si no afrontamos nuestros miedos?

Al escribir, (des)enlazamos pensamientos, creencias y propuestas, le damos forma, fuerza y una voz a nuestras ideas, de alguna manera creamos una identidad a través de esa voz. Escribir es un miedo que tengo, que me carcome. ¿Sobre qué puedo escribir? ¿Cómo logro plasmar lo que siento a través de la escritura?

El cuerpo como materia orgánica es meramente eso, un conjunto de cosas que crean una vida. En una clase de Pedagogía 2, una persona nos dijo que intentemos leer con el cuerpo ¿raro? ¿no? Aunque practicándolo, descubrí que el cuerpo como apertura, como llave, no solo se ve como materia, sino que es nuestro mecanismo de defensa, pero también nuestro lugar de refugio, donde guardamos nuestras heridas y alegrías, nuestros miedos. Gracias a él podemos sentirnos plenos y libres; debemos crear una interrupción en nuestros cuerpos para realmente sentir el cambio y así además de leer, poder escribir con ellos.

¿Qué nos pasa en el cuerpo cuando leemos?

¿Por qué no probamos escribir con nuestro cuerpo?

El lenguaje es un campo de batalla, gracias a ello se puede desatar una guerra con infinitos intercambios de ideologías de todo tipo, mientras que la escucha es un tratado de paz, es una manera de desarmar aquel “arma” que puede ser el lenguaje, creando un deslengüe, nuestro deslengüe; no se da solo con las palabras, sino que también con las acciones, con la práctica.

Desde que comencé la carrera me zambullí en todo tipo de libro, texto y video que habla de la perspectiva crítica; pareciera que la solución a nuestros problemas es el tener un pensamiento crítico, que esta perspectiva nos ayuda a lidiar con situaciones particulares o colectivas de los sujetos pedagógicos. Actualmente -y luego de leer a val- creo que la crítica es un compromiso, una frustración y resignificación constante, una fluctuación que no se debe naturalizar con el tiempo, para evitar convertirnos en dinosaurios que protegen el pasado y no permiten el movimiento.

¿Por qué los dinosaurios no permiten actualizar sus raíces?

¿alguna vez te sentiste como un dinosaurio?

Pienso en personas que son dinosaurios de alma, aquellas que creen que la comunidad LGBTQ+ debe ser hetero-comprendida, en que las autoridades deben ser quienes nos autoricen y quienes transiten el camino de la elección “correcta” para todos. Pienso en los que sufren constantemente por creer que por más que sean parte de la pluralidad, nunca lleguen a sentirse incluidos. Y gracias a esos pensamientos, me replanteo:

¿En qué nos convierten las instituciones? ¿Acaso todos somos parte de (como decías en tu carta) esos baños binariamente divididos?

¿Todos somos parte? ¿Realmente todos nos sentimos parte?

En los pueblos o ciudades pequeñas, que se encuentran en la periferia del mapa argentino, nos encontramos las personas que -al igual que los autores- se exilian de su territorio, de sus hogares, buscando alguna oportunidad de formación o de cambio de vida, una constante búsqueda de identidad, de poder andar sin cadenas en los pies, realizando todo un sacrificio para poder recorrer nuestro camino, nuestro hilito, a ver si al final de todo encontramos una especie de autobiografía titulada “¿Quién soy?”. Conviviendo contantemente con la extrañeza de lo nuevo, lo desconocido.

Y volvemos al sentimiento del principio que compartimos ambas: el miedo. Tiemblo al pensar en que nunca va a acabar la desigualdad en clave de discriminación, en la violencia que sufren contantemente las personas que no forman parte del mundo heteronormativo que nos mostraron siempre. En aquella verdad absoluta que nos muestras las autoridades (vistas en clave negativa) sobre lo que debe ser la igualdad.

Autoridad en clave institucional:

¿En qué nos convierten las instituciones? Toda la vida, durante nuestro proceso de formación escolar, nos hicieron creer que la autoridad era aquel directivo o profesor a cargo de la clase, que la igualdad se reflejaba en el uniforme o el guardapolvo blanco, y que el respeto se brindaba a través del silencio y el cumplimiento, convirtiéndonos así en personas “hago lo que puedo como puedo”.

Es por eso que decidí leer a val, porque logra interrumpir a la institución, destruir lo formado y pactado, desnaturaliza lo normado. Y gracias a la catedra descubrí que no hay una sola manera de enseñar ni de aprender, sino que, habilitando (nos) la palabra, la participación, la escucha, ayudan a construir un juicio valórico, una guía y muchas resonancias sobre nuestra práctica, nuestro deslengüe.

Aunque queda mucho por recorrer y caminos que soldar, noto que logramos problematizar lo ya instituido, lo obvio y lo reproducido, aquello que suele proponer la practica educativa. Conocer y resignificar las subjetividades e identidades, intentar pensar una pedagogía antinormativa que va en contra de la ignorancia de lo normal, de lo singular; desaprender lo heterosexualizado, de comprender la pluralidad y diversidad.

Espero que te halles en esta pequeña reflexión.

Te quiere, Vicky.

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