Recuperar el prestigio del farmacéutico (III)

Nota: este es un Blog creado como ampliación de aula y especialmente dirigido a alumnos de la carrera de Farmacia y por ello nos permitimos rebloguear ciertas notas para dar visibilidad a temas que son de nuestro interés, que atraviesan cotidianamente nuestro ejercicio profesional y que suelen ser temas de discusión con y entre alumnos.

Este articulo que reblogueamos es la continuación notas anteriores escritas por Manuel Machuca, aquí va el contenido de la tercera nota:

Hace no mucho tiempo los tribunales dieron la razón a un farmacéutico sevillano que se negaba a dispensar anticoncepción de emergencia en su farmacia, aduciendo motivos de conciencia. Motivos de conciencia también tendrá nuestro farmacéutico madrileño que se niega a dispensar homeopatía en la suya, aunque es de suponer que por causas diferentes. Imagino que en el caso de mi paisano las que prevalecían eran sus creencias religiosas y en el de Madrid los argumentos científicos.

Pero hay algo más allá que subyace, y es cuál es el papel del farmacéutico en el proceso de atención sanitaria, y que justificaría, o por otro lado cuestionaría, la actuación de ambos farmacéuticos. Si nuestro rol se circunscribe a facilitar el acceso a la población de los medicamentos, los recetados por los profesionales legalmente capacitados o los no sujetos a la restricción de la receta, a menudo tan difusa y cuestionable, entonces nuestros dos colegas habrían cometido sendas infracciones, independientemente de sus creencias religiosas o pareceres científicos, porque la ética y la ciencia se circunscribirían a la del prescriptor y a la del paciente; si por el contrario el farmacéutico se considera un profesional experto en medicamentos, con capacidad para tomar decisiones sobre la farmacoterapia, de conciencia o científicas, entonces estaremos hablando de otra cosa y el farmacéutico sería un actor más en cuanto a argumentación científica y moral. Y aún más: si en el primer caso el farmacéutico es un mero distribuidor, la pregunta es para qué necesita la sociedad un farmacéutico en ese puesto; y si se trata del segundo caso, habrá que facilitar la libertad del farmacéutico para que pueda actuar con argumentos científicos en defensa del paciente, esto es, habrá que acabar con el pernicioso sistema de percepción de honorarios basados en márgenes comerciales.

Me hace mucha gracia que se le exija al farmacéutico que actúe con honorabilidad y en defensa de los pacientes cuando su sistema de remuneración lo hace ser el brazo alargado de la industria y el negocio farmacéutico. Cuando además sesudos periodistas especializados en salud, profesionales y políticos así lo exigen, quizás sea que no todo el prestigio está perdido, pues esperan del farmacéutico lo que no esperan de cualquier otro profesional, sea de la salud, el comercio o el armamento nuclear. Ni siquiera de ellos mismos. Seamos coherentes con lo que exigimos a los farmacéuticos, ¿no les parece?

Un cambio en el modelo de remuneración sería una condición necesaria para el cambio y posible recuperación del prestigio profesional, pero no suficiente. Porque el siguiente aspecto, aspecto esencial, será el para qué se hace ese cambio. Y su único sentido sería para resolver algún problema que la sociedad tenga con los medicamentos, y hacerlo con una propuesta mejor que las ya existentes. Porque el cambio no va a ser para lo que a nosotros nos parezca ni en la forma que nos parezca, ¿no? Las profesiones no son otra cosa que servidoras de la sociedad, y no un fin en sí mismas.

Referencia: para ver la publicación original ingrese en este enlace

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