Propuesta Pedagógica

  1. FUNDAMENTOS Y ENCUADRE DE LA PROPUESTA.

1.1 LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES Y LA ARQUITECTURA.

Las transformaciones sociales y físicas que tienen lugar en nuestro territorio producen alteraciones en el carácter de nuestras ciudades, evidenciando cambios en su continuidad espacial que conjugados con la vertiginosa innovación tecnológica propia de nuestra época, han generado variaciones en la vida cotidiana y la forma en que se vivencia el espacio urbano, provocados por la modalidad actual del transporte, la informática, las comunicaciones y las nuevas formas del trabajo.

Estas transformaciones han generado también cambios drásticos en el ejercicio profesional. Las innovaciones provocadas por los medios digitales, el acceso a la  información y las formas de  registro gráfico, en el marco de la organización global  de la producción del último liberalismo, han creado una brecha  entre las antiguas y las nuevas formas de pensar y elaborar el proyecto de arquitectura que  se han trasladado al campo de la   enseñanza y su trasmisión.

La historia reciente de nuestro país está atravesada por crisis políticas y variaciones disciplinares de gran trascendencia. La restitución de la democracia, significó cambios en la arquitectura que  se articularon con la revalorización del espacio público, restituyendo esa noción pérdida de lugares de encuentro y participación que habían sido negados por la dictadura. Nuevas consideraciones surgieron de este redescubrimiento de los derechos ciudadanos y de lo urbano entre las que se involucraron el paisaje, el cuidado del medio ambiente, la memoria y la calidad de la escena pública como asignaturas en la agenda de temas a desarrollar. Estos paradigmas fueron insumos de proyectos,  realizados en  programas como los parques o  los centros culturales.

Es necesario irnos unos años atrás para comprender que durante el régimen militar, la Universidad de La Plata, -como  todas las Universidades del país- fue uno de los sectores mas censurados por el poder en curso, donde se ejercieron cesantías y se dispuso de un nuevo cuerpo de profesores que evadía cualquier  debate en torno a la arquitectura como expresión vinculada a la sociedad. Dentro de este ambiente autoritario, la discusión disciplinaria se trasladó al espacio informal de  los estudios de arquitectura, que gracias a la tradición del sistema de concursos, pudo encontrar un espacio para mantener la luz del pensamiento arquitectónico que no se daba en las aulas.[1]

Es en esta impronta de los 80 con la recuperada democracia  y la mencionada valorización del espacio urbano que la arquitectura comienza a utilizar la noción de Proyecto Urbano como herramienta para intervenir en  fragmentos localizados, renovando tejidos y recuperando espacios vacantes.

Un antecedente importante fue el concurso “20 ideas para Buenos Aires”, impulsado en 1986, donde  se exploraron las posibilidades de la manzana como unidad urbanística y la investigación tipológica, estableciendo distancias con el criterio de zoning y el modernismo. Algunas de estas ideas fueron puestas en práctica en las costas de Buenos Aires y  Rosario pero con resultados disimiles dado el fuerte carácter público que el caso rosarino mantuvo. Surgieron aquí temas como la identidad, el patrimonio edilicio, el paisaje y el proyecto sobre el espacio público; recuperando en ambas áreas bordes abandonados de infraestructuras portuarias en desuso, que por su centralidad constituían áreas claves para el desarrollo urbano.[2]


Asociadas a los planes estratégicos, estas operaciones se llevaron a cabo  en muchos países con la idea de promocionar a las ciudades y colocarlas a nivel internacional, apuntando sobre la franja social de mayores ingresos, que podían tener acceso a esta oferta de alto consumo. La arquitectura de las grandes ciudades, alejada de la planificación,  intentó ser realizada por fragmentos y “edificios –marca” o monumentos, desvirtuando las ideas con las que había encarado estos proyectos en los 80, basados en la revalorización del espacio público. Evidentemente, generar sectores de calidad de vida urbana es un negocio rentable, que los PU en las denominadas áreas de oportunidad, supo lograr, reconfigurando espacios y potenciando suelos estratégicos, pero alejándose de propósitos sociales inclusivos. Este proceso se enmarca en la desregulación económica y la privatización del patrimonio del Estado profundizado durante los 90 donde también fue mutando  el trabajo de los arquitectos, la aparición de estudios extranjeros, apareciendo la repetición de barrios cerrados en áreas con cierto valor paisajístico, y las llamadas “torres country”, mientras parte del capital se volcó a la arquitectura del consumo.[3]

La  crisis del 2001 evidenció las consecuencias sociales de un modelo político y económico que tuvo su apogeo en los 90.  Si bien estos megaproyectos continuaron ejecutándose a nivel internacional y en el contexto de nuestro país, una nueva crisis, la del 2008 -esta vez instalada en el mundo desarrollado del viejo continente-, puso otra vez en evidencia la contradicción entre el mundo financiero que les da origen  y las posibilidades reales que una sociedad tiene.  En este contexto, es que resurge la necesidad de pensarnos desde nuestra propia condición, encontrando las claves para nuestras contingencias, y a partir de estas, las respuestas para poder plantear  los fundamentos de  la enseñanza de la arquitectura. 


1.2 QUIENES SOMOS

Hay tres términos convergentes en la enseñanza de la arquitectura: la formación disciplinar, la preparación para la profesión y la investigación. La  etapa de la enseñanza centrada en la  formación del arquitecto se completa con la preparación pre-profesional necesaria para concretar proyectos y obras, en sus distintas fases. En este pasaje que va de lo abstracto de la formación a lo concreto de la profesión hay un campo, el de la investigación que articula a ambos. La experimentación que transita todo proceso proyectual dentro de la enseñanza, conlleva una investigación que se realiza entre docentes y alumnos en la búsqueda de respuestas.

Dentro de la FAU y en el marco de la Universidad Nacional, se han desarrollado notablemente en las últimas décadas,  las actividades de posgrado e investigación científica,  incentivando la creación de espacios específicos para las distintas áreas de estudio relacionados con el campo de la arquitectura. Nuestro equipo pertenece desde hace muchos años a la Facultad y tenemos un perfil  plural, ya que entre sus integrantes existe una diversidad de actividades que lo hace multifacético. Además de la tarea docente  en el Taller de Arquitectura los tres practicamos la profesión como proyectistas en forma particular, participando también en numerosos concursos nacionales e internacionales obteniendo numerosos premios y menciones. Estas actividades complementan y nutren los tres términos convergentes que anteriormente mencionábamos, profundizando el conocimiento del saber proyectual. Paralelamente uno de sus integrantes es parte del LITPA – Laboratorio de Investigación en Teoría y Práctica de la Arquitectura- desarrollando líneas de investigación relacionadas con el proyecto de arquitectura, dictando además cursos de posgrado en temas que abordan  la vivienda social y la ciudad y ha cursado estudios de Doctorado.

Pensamos que la experiencia adquirida en la actividad  de investigación y posgrado, debe ser trasladada a la docencia transfiriendo conocimientos de un área hacia la otra.

1.3 PROCESO DE ENSEÑANZA –APRENDIZAJE, EN EL TALLER VERTICAL 1998 – 2014

Este Taller de Arquitectura tiene una trayectoria de 16 años, que se inicia en el llamado a concurso  de 1997,  con el arquitecto Augusto Penedo como profesor titular, hecho que   continuó en el siguiente  concurso (año  2007). En la primera presentación  nuestro propósito como espacio de trabajo, resumido en la propuesta pedagógica, sostenía que la arquitectura es una expresión de la cultura que está sometida a permanentes transformaciones, cada vez más aceleradas que demandan respuestas creativas basadas en la investigación y la experimentación como mecanismos de asimilación a los nuevos escenarios que la sociedad globalizada había ido adquiriendo. También expresábamos que este carácter vertiginoso de nuestro tiempo, tenía una naturaleza transitoria que debía  ser interpretada por la enseñanza de la arquitectura.

El contexto social que se vivía en ese momento, había convalidado las prácticas mas exacerbadas del neoliberalismo, sometiendo a nuestra sociedad a un estado de banalización y  a una pérdida de valores con respecto a la política como práctica colectiva para organizarnos  como ciudadanos. Esta degradación del cuerpo social y del pensarse a sí mismo como país, se evidenciaba tanto en el discurso dominante a nivel económico y cultural difundido por los medios, como  también en la producción del espacio arquitectónico,  proliferando todos aquellos temas relacionados con el consumo, los barrios cerrados y  los shoppings, manifestándose paralelamente una clara disminución del espacio público.

La devastación  del Estado protector y sus consecuencias a nivel social estaban presentes cuando pensábamos por esos años,  cómo debíamos situarnos como Taller y de qué manera se debía encarar la enseñanza–aprendizaje para recuperar ese espacio que la Universidad, sometida a fuertes presiones, había transitado resistiendo la envestida  privatizadora,   y las teorías circulantes,  como aquella que  sostenía la pérdida de las ideologías.

La derrota de este  relato  sociocultural que dominó el contexto de los 90 y los cambios sucedidos en el país luego de la crisis del 2001 nos situaron en un escenario diferente, frente al llamado a  concurso del 2007, donde la  conciencia  social había variado y el redescubrimiento del Estado, del ser latinoamericano y de  la solidaridad se constituyeron en nuevos paradigmas para  enfrentar al neoliberalismo. Esto nos obligó a  posicionarnos en un lugar diferente como Taller de Arquitectura.

La relación de la ciudad  con su dinámica socio-económica ha incidido de manera directa en la producción proyectual. Decíamos que si bien era evidente que  el siglo XXI estaba signado por un proceso de urbanización que alojaría a mas de dos tercios de la población en ciudades o regiones urbanizadas, se visualizaban procesos contradictorios de ocupación del territorio con tendencia  a dispersarse y extenderse en guetos de riqueza y de pobreza creando una fragmentación social y territorial, que  negaba a la ciudad como el espacio por excelencia de la vida social. Es por eso que sosteníamos que la enseñanza en el Taller debía estar dirigida a las prácticas de todo lo referido al espacio urbano, en sus distintas escalas, intentando operar en sus áreas estratégicas, produciendo  experimentaciones que arrojen luz sobre cuestiones como, el espacio público, las infraestructura,  la habitación, la densidad  y la articulación entre los tejidos consolidados y los denominados “espacios de oportunidad” o “nuevas centralidades”, generando aportes y nuevas respuestas socio espaciales  para  prefigurar  nuevos escenarios.

Esta forma de pensar la ciudad, recuperaba  una práctica, que se hacía necesaria en el desarrollo de temas  que asumían nuevos desafíos propuestos  en los  trabajos de  los seis niveles del Taller. Los   imaginarios planteados incluían al patrimonio construido, el paisaje, la valorización de la animación urbana,  la calle y el espacio público como elementos fundamentales de la ciudad. 

También  pensábamos que entre lo disciplinar y lo profesional había una distancia que el tránsito por la Universidad debía resolver, capacitando al alumnos para poder desempeñarse como arquitecto. En este sentido, la experiencia del Taller se desdobló entre enseñar a pensar y enseñar a hacer,  tratando de formar un arquitecto con saberes para  abordar  lo  específico pero que además  estuviese  avalado por un criterio innovador que lo ayude a sostener conceptos e ideas, sobre las distintas escalas de trabajo que pudiera afrontar en su futuro  profesional.

Nos planteábamos  que entre alumnos y docentes debíamos construir un marco teórico para abordar la problemática de la ciudad pudiendo establecer entre la Universidad y los actores sociales correspondientes un intercambio de conocimientos participativo, aportando e incidiendo  en  la sociedad con una visión superadora. En este sentido pensábamos que   el rol de nuestra Universidad pública con su autonomía muchas veces  se distanciaba de la sociedad de la cual es parte, asumiendo posiciones autistas que debían ser repensadas.

Sosteníamos  parafraseando a Josep Quetglas, que “el contenido de la enseñanza debía ser al mismo tiempo anacrónico y vanguardista, debe estar al margen sino enfrente del mundo de la eficacia y la aplicabilidad, del mundo de la rentabilidad inmediata, del mundo del mercado.”[4] Esta afirmación a la que hoy aún adherimos,  significa entender a la enseñanza de la arquitectura  como algo que resume la universalidad, invariabilidad  y  permanencia de ciertos legados indiscutibles, -como las enseñanzas del MM, o la obra de los maestros, entre muchas otras- pero que asume a la vez una condición superadora  y en constante transformación, construyendo su propio presente pero que se declara además por afuera de todo eficientismo utilitario o del  mercantilismo inmobiliario. Es por eso que definíamos a la enseñanza como un camino que va desde lo experimental a lo concreto, como una práctica que se sitúa entre lo utópico y lo posible.

Este nuevo concurso nos encuentra  en un mundo que se debate  en una profunda crisis, producto de los procesos especulativos del  denominado capitalismo tardío, en una etapa que se nos presenta con nuevos desafíos. La recuperación de la noción de un Estado regulador del patrimonio social nos obliga como Universidad a repensar y profundizar sobre lo ya experimentado a lo largo de estos 16  años, renovando  la propuesta formulada y profundizando en aquellos aspectos que aún faltan para adecuarnos a   la realidad que nos plantea el presente.

A casi quince años del siglo XXI podemos corroborar que aquella visión cortoplacista  y especulativa que incidió sobre la ciudad y su territorio siguen vigentes; paralelamente, también se percibe una relación diferente en lo que hace al renacer de la experiencia urbana, visualizándose  una preocupación por el tema de lo habitacional, tal vez sin producir los resultados deseados. Las profecías referidas a la globalización que antes mencionamos, donde las redes y los flujos iban a mermar  la vida de la calle como lugar social, desplazando a los espacios públicos de recreación por reductos virtuales y artificiales son hoy un hecho instalado e irreversible que debería contrarrestarse con propuestas que propicien nuevas oportunidades de convergencia social en la ciudad y su territorio.

Frente a este escenario surgen nuevos temas que demandan una visión innovadora a la cual habrá que dar repuesta desde la enseñanza.


1.4. LA ENSEÑANZA DE LA ARQUITECTURA EN EL MOMENTO ACTUAL.

En la organización del campo arquitectónico y de la enseñanza se han producido cambios que se instalaron en la década del noventa. La proliferación de escuelas privadas y simultáneamente el surgimiento de carreras de posgrados en todos sus rangos sumado al área de la investigación y de la extensión que ocupan un lugar importante en la jerarquía académica constituyen  nuevos espacios para la formación.  Esta proliferación de universidades privadas – y públicas nuevas- si bien no han podido desvirtuar el valor de las escuelas tradicionales invitan a una reflexión con respecto a los objetivos que se debe  proponer la enseñanza en el contexto de la Universidad de La Plata.

También en la profesión se visualizan cambios en el rol del arquitecto, que ha visto mermada su capacidad de decisión y su status  frente  al modelo empresarial de los desarrolladores, que deciden sobre  la producción de la ciudad.

La tendencia irreversible del uso de la computadora para la representación y comunicación de los proyectos plantea también un cambio en el proceso de aprendizaje. Desde mediados de los noventa la intensidad del uso de esta herramienta fue aceptada y naturalizada en la profesión y en la enseñanza provocando en poco tiempo transformaciones en el ejercicio de la arquitectura. Estos cambios hicieron que rápidamente se abandonara el dibujo a mano alzada  con la consecuente disminución de la percepción de  las distintas escalas de proyecto y la relación directa entre la voluntad mental y la  mano que traduce las ideas. El hiperrealismo de las imágenes surgida de los programas 3D parecen tener un fin en sí mismo como producto visual, dejando de lado el rasgo personal del creador y homogeneizando el carácter de las representaciones.

Habría que debatir si estas nuevas modalidades no confrontan con la  huella transitada tradicionalmente en nuestras facultades, sustentadas en el “partido arquitectónico”, como forma de resolver  programas, logrando una síntesis totalizadora y estableciendo un esquema circulatorio, un esquema de organización de las  funciones,  la implantación, la respuesta frente a la orientación, al clima, etc.  El camino del proyecto encuentra en el “partido”, una cualidad que reúne las condiciones de ordenamiento, sistematización y por sobre todo, posibilidad de ser trasmitido, elemento indispensable en el proceso de la enseñanza – aprendizaje. Pero esta huella encuentra en las nuevas formas de la arquitectura que difunden los medios otras respuestas, que apoyándose fundamentalmente en “la imagen” parecen poner en duda al “partido”.

Las últimas décadas de nuestra historia, configuraron   un mundo diferente, sin criterio de totalidad y fragmentado en cuanto a la producción arquitectónica, que se consume a través del aluvión de información a que estamos sometidos, sin la certeza de un orden, de una estructura, sin capacidad  para explicar un estado de cosas. Estas consideraciones necesitan de  una reflexión profunda con respecto a los objetivos que nos proponemos en el Taller de Arquitectura.

1.5 METODOLOGIA DE ENSEÑANZA –APRENDIZAJE EN EL TALLER VERTICAL

El Taller de Arquitectura constituye el espacio más valioso de la facultad, en el que deben confluir todas las demás áreas del conocimiento aplicadas al proyecto, y ya que no existe una ciencia general del diseño, la formación en arquitectura todavía tiene como ámbito de trabajo al Taller, tradición que tiene como antecedente fundacional   la enseñanza en la Bauhaus.

Decíamos anteriormente que el rasgo distintivo de nuestro tiempo, es la  transitoriedad, que también se observa en  los edificios,  como parte de la producción cultural que acontece. Tradicionalmente se los ha conocido como museos, fábricas o estaciones, etc, que perduraban en el tiempo albergando la misma función para la cual habían sido creados. Este carácter cambiante, hace  que los   programas y los edificios que los contienen, ya no tengan la permanencia y la invariabilidad que tuvieron durante los siglos anteriores. Esto significa que para poder abordar la problemática  de nuestro presente se debe aprender a pensar y resolver los temas de la arquitectura con creatividad, interpretando esa noción de  indeterminación y mutación que hace posible darles forma a nuevos programas. Por otra parte, los temas y programas que se desarrollan están siempre dados dentro del contexto urbano y sus distintos grados de complejidad, asumiendo que las demandas actuales están definidas por las grandes problemáticas sociales.

Es por esto, que se eligen para trabajar en el Taller, áreas urbanas estratégicas de la ciudad, enclaves concretos y reconocibles de dimensiones acotadas que están dentro de un tejido de soporte más amplio y  que contienen piezas con cierto grado de autonomía donde se pueden producir acciones de transformación del conjunto del área propuesta. La definición de su propia posición urbana dentro del esquema funcional de la ciudad es fundamental en la determinación del programa como parte propia del trabajo del proyecto. Deben considerarse las preexistencias, los trazados y tejidos, la topografía urbana y los accidentes naturales. Las zonas vacantes y el potencial de cambio no están solamente en los terrenos libres sino también en muchos usos y edificios existentes que podrán ser reutilizados, incorporando las nuevas formas del transporte, y la sostenibilidad de los espacios propuestos. Estas intervenciones deben superar la monofuncionalidad, mezclando usos, propiciando la multiculturalidad de los usuarios y los ritmos temporales, incorporando al componente público como articulador de los diversos programas que pueda contener. Los efectos superan a sus límites, afectando a su entorno, reconociendo lo macro, lo mezzo y lo micro como escalas interdependientes, nunca aisladas.[5]

Consideramos ineludible abordar el tema de la  vivienda colectiva. Su inserción surge a partir de la definición que produzcan los Master Plan  resultantes de los proyectos de intervención en los enclaves definidos y desarrollados por sexto año. Estos  programas de viviendas, asumirán distintas escalas y complejidades de acuerdo al nivel de cada año.

Muchas han sido las formas de pensar lo habitacional a lo largo de la historia de la arquitectura, adoptando formas que van desde la Ville Contemporaine de Le Corbusier, los claustros devenidos de los Hoff vieneses, el bloque de Marsella o las experiencias en los muelles de Amsterdan de las dos últimas décadas, por mencionar algunos. Las formas tipológicas pueden ser reinterpretadas y utilizadas en estos contextos de experimentación que surgen en el propio Taller.

1.6    EL PROFESIONAL A FORMAR.

La formación de un arquitecto debe contemplar aspectos que lo habilitan para ejercer la profesión con un alto nivel de compromiso con la disciplina y con la sociedad. Pensamos en la necesidad de formar profesionales con capacidades para afrontar la coyuntura pero que a la vez sean capaces de reformular aspectos de la realidad, de la sociedad y de la cultura.

Desde la Universidad debemos formar profesionales consientes y con una actitud responsable, ética y crítica respecto al rol que asume en la sociedad.

Nuestro Taller ha priorizado siempre una formación amplia y general, con la intensión de desarrollar un variado espectro de capacidades vinculadas a la disciplina. Estas capacidades se integran y profundizan en el último año, con el trabajo final a manera de práctica pre-profesional. Esta formación habilita al nuevo graduado a desempeñarse en los distintos ámbitos que propone la profesión tanto en el terreno académico como en la gestión pública o la práctica liberal.


[1] Gentile, Eduardo: Década de 1970/Desgarros en  La Plata Arquitectura Moderna 1950/60/70. Ed. CAPBA I, 2013.

[2] Corti, Marcelo: El uso del Modelo Barcelona en Buenos Aires, La década de 1980 en Café de las ciudades Nº 124. Febrero de 2013. Sostiene el autor que la recuperación de la rivera de Rosario como espacio público se asemeja más a la gestión catalana que la experiencia de Puerto Madero en Buenos Aires.

[3] Silvestri, Graciela: La experiencia de lo público en la arquitectura argentina contemporánea (1985/2012), en el  punto 5: La contracara del romance urbano. Artículo Inédito, 2012.  

[4] Quetglas, Josep: Artículos de ocasión. Ed. Gilli, 2004

[5] Eduard Soja: Lo macro, lo mezzo, lo micro,  Entrevista en Café de las ciudades Nº 22, Agosto de 2004.