Cien años de soledad Gabriel García Márquez
Si hablamos de lecturas obligadas, no puedo pensar en otra obra más hermosa y perfecta que haya pasado por mis manos. Cien años de soledad no es para mí obligada por su prestigio, su fama, su reconocimiento por parte de la corona sueca. Lo es, simplemente, porque nunca una obra ha embellecido tanto la vida. Y mucho menos una obra que se dedica a contar casi exclusivamente penurias, desdichas, tragedias, guerras, fusilamientos, masacres, olvido. Me encontré con este libro hace ya varios años, y me perdí en la mitad. Hace un año decidí volver a leerlo, y aún me agradezco esa decisión.
Aquí, García Márquez nos cuenta la historia de la familia Buendia, desde que José Arcadio cruzó la ciénaga y fundó Macondo en algún lugar remoto de Colombia, hasta que el último de su estirpe, condenada a cien años de soledad, dejara esta tierra en donde no tenía una segunda oportunidad.
García Márquez nos va a enfrentar con un texto que, desde la primera a la última palabra, se construye a si mismo como un poema sin pausas, sin respiros, sin lugares vacíos ni sinsentidos. Un texto que concibe, desde el balance entre la magia y lo cruelmente real y tangible, una excepcional manera de contar la vida con sus luces y sombras, un excepcional recuerdo de que la vida, sea como sea vivida, nos encontrará constantemente con injusticia, dolor e incertezas.
Así como nos encontramos con una obra de fuerte sentido nostálgico y existencialista, también veremos a un autor comprometido que le imprimirá al texto una fuertísima carga histórica, social y política, llegando a recrear de una manera por demás cruda hechos reales sucedidos en Colombia, así como sus más tristes consecuencias.*
Cien años de soledad es el recuerdo nítido y consciente de que vivir es el camino entre nacer y morir; que podremos hacer en ese camino todo lo que deseemos, y que aún así terminaremos solos, tristes y muertos -aunque algunos más solos, tristes y muertos-, y eso será lo valioso, entonces, de aquel camino, pues vivir ignorando la muerte no tiene ningún sentido.
Mateo Serrichio
*(SPOILER ALERT)