Rayuela, de Julio Cortázar

En este momento estoy leyendo Rayuela de Julio Cortázar. Voy de a poco y a mi tiempo, pero a esta altura Oliveira, La Maga y el resto del Club de la Serpiente se volvieron mis compañeros de cuarentena con quienes me conmuevo, me enojo, me confundo y reflexiono.
Es quizás más tedioso que otros libros, de una lectura compleja pero bellísima en su propia complejidad. No sólo vas siguiendo a Cortázar por los diferentes caminos que lo propio de esta novela vanguardista propone, vas encontrándote con reflexiones constantemente y -al menos yo- frenás, releés, intentás entender qué carajo está queriendo decir, te enojás, volvés a releer, entendés y te conmovés, o quizás no entendés del todo, pero te conmueve igual.
Podemos cuestionar y repensar las relaciones que retrata Cortázar en la novela, porque leyéndola ahora claramente encontramos cuestiones en los personajes que podemos denunciar desde la discusión en cuestiones de género, por ejemplo. Pero, a mi parecer, vale la pena su lectura con cierta visión crítica por lo bello de su narrativa y la manera en que te habla, teniendo en cuenta además que se trata de un libro que marcó un antes y un después.

“Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga.”

Mora Ruscitti