El aspecto humano de la educación virtualizada – Tercera entrega


La educación en línea en tiempos de Coronavirus – Parte 32

Por Silvia C. Enríquez

En un artículo escrito hace más de diez años, pero muy vigente, Martínez Aldanondo habla de los pecados capitales de la educación actual, que incluyen hábitos tales como poner la información o la tecnología por delante de las personas y pensar que el aprendizaje ocurre independientemente de la motivación. Mientras hablamos de adaptar los derechos humanos al entorno digital (cfr. Adsuara 2020), debemos comprender la importancia de centrar la educación que impartimos, sea virtual o presencial, en las personas y no en “dar clase” de cualquier modo posible, por más acuciante que esta necesidad haya sido en 2020 y lo siga siendo en el futuro inmediato. 

Esta es la primera y más importante dimensión del aspecto humano que debemos cuidar. Según Carreño y Cabral, debemos comenzar por defender el derecho a la educación pública y atender a la desigualdad de acceso a los recursos digitales que la virtualidad pone en evidencia, para poner la tecnología al servicio de toda la comunidad educativa. Para ello, debemos diseñar actividades que empleen tecnología solo en la medida en la que el alumnado puede disponer de ella (se pueden producir materiales educativos de calidad aunque no tengamos la mejor conexión, o software o hardware de última generación). Solo de este modo se puede ejercer el derecho a la educación.

La segunda dimensión de esta tarea de humanización es más personal. Enfrentarse a un curso virtual por primera vez causa una cierta inseguridad. Como docentes, debemos preguntarnos: ¿sé en qué medida las tareas que envío ayudan a aprender, generan inquietud, causan problemas? Si hubo dificultades, ¿siempre lo supe y traté de hacer algo por resolverlas? ¿Sé qué hacer en esos casos? Guerra indica que tiene sentido hacer uso de TIC como herramienta de enseñanza pero también porque son el lenguaje de quienes nacieron en el siglo XXI. Pero, agrega, los cambios en la mentalidad de las generaciones más jóvenes hacen que se movilicen “mucho más por la acción de la seducción y la motivación que por la obediencia. Hay que tener en cuenta sus intereses, su forma de interactuar con la realidad, sus ideales y poner énfasis en lo que quieren aprender.” 


Los siguientes consejos, nacidos de la práctica y la metodología de la enseñanza virtual, pueden ayudarnos a alcanzar estos objetivos. Esto se logra, para comenzar, cuando explicamos claramente lo que queremos hacer, mediante:

  • una descripción de las características y objetivos del curso;
  • consignas siempre claras y completas;
  • espacios fáciles de encontrar para hacer consultas durante todo el curso;
  • un medio de comunicación privado con el/la docente para cuestiones más personales.

Debemos diseñar actividades que hagan un uso eficiente y flexible del tiempo de todas las personas que participan del curso, no pidiendo más esfuerzo ni dedicación de lo estrictamente razonable y necesario. Esto se puede lograr mediante:

  • asignación de tareas escritas, asincrónicas y, si es necesario, también sincrónicas por medios tales como las videoconferencias. En la virtualidad no hace falta un gran despliegue tecnológico: usar un aula virtual y sus herramientas ya es suficiente uso de las TIC; 
  • actividades diseñadas para integrar varios objetivos de aprendizaje y destrezas en una menor cantidad de trabajo que en el aula presencial (esto es perfectamente posible);
  • plazos flexibles y adaptables a cualquier imprevisto.

Y algo esencial: recordar que tratamos con personas con dificultades personales (y, en este momento, con el agotamiento que conlleva esta larga pandemia). Por ello debemos:

  • hacer siempre devoluciones personalizadas, sin omitir la valoración de lo positivo;
  • estar al tanto de posibles problemas: habrá quienes compartan la única computadora (o el único teléfono) con toda su familia, quienes no tengan espacio o conexión para estudiar en sus casas, quienes atraviesen situaciones familiares o económicas complicadas. Debemos ser flexibles, para que todas esas personas puedan continuar estudiando y aprendiendo en circunstancias adaptadas a sus posibilidades.

Si bien estas sugerencias parecen aumentar el trabajo docente, en realidad lo facilitan porque no solo crean un mejor ambiente sino que fomentan la participación, la motivación y, en consecuencia, el aprendizaje. Y lo que nos hace ahorrar tiempo y disgustos es calificar tareas bien hechas y recibir una respuesta positiva de quienes sienten que aprendieron y valoramos el esfuerzo que hicieron para lograrlo.

Adsuara, B. (2020) Unos derechos digitales para la nueva realidad. En Fundación Telefónica. Telos 114. Yo, alumno. Septiembre 2020. https://www.fundaciontelefonica.com/noticias/telos-114-educacion-salman-khan/ 

Carreño, M.S y Cabral, N. (2020) Enseñar y aprender en tiempos de pandemia. En http://entredichos.trabajosocial.unlp.edu.ar/2020/05/12/ensenar-y-aprender-en-tiempos-de-pandemia/

Guerra, M. (2013). La tecnología y la educación personalizada. Teoría y práctica. Buenos Aires, Alfaomega.

Martínez Aldanondo, J. (2004) El e-learning y los siete pecados capitales. Intangible Capital n° 5 vol. 0, noviembre de 2004.

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