El difícil arte de comunicarse en la virtualidad


La educación en línea en tiempos de Coronavirus – Parte 41

Por Silvia C. Enríquez

La virtualización forzosa de la educación, de la que todavía tendremos necesidad en alguna medida, está causando, entre otros efectos, una sobrecarga de trabajo para todas las personas involucradas en este proceso: personal directivo, docente y auxiliar, estudiantes, familias. De hecho, esta nueva modalidad invade prácticamente todas las horas del día, todos los días de la semana, de muchas personas. En este tema del mes nos proponemos continuar explorando cómo podemos organizar nuestro trabajo más eficientemente para evitar una larga serie de inconvenientes y, en consecuencia, lograr mejores resultados que estén, además, acompañados por horarios de descanso de la virtualidad en la medida de lo posible. Comunicarse más eficientemente y con más orden es una de las claves para lograr esto.

En la enseñanza virtual (o, como los que nos hemos visto en la necesidad de crear en la pandemia, virtualizada) es fundamental, pero nada fácil, que todas las partes involucradas se comuniquen adecuadamente. Del esfuerzo que se haga para lograrlo dependen una serie de resultados, desde la calidad del aprendizaje hasta el volumen de trabajo de cada estudiante o docente, pasando por el cuidado del aspecto humano (ver, sobre este aspecto, nuestro tema del mes de diciembre de 2020, en especial la tercera parte).  

Escuchar y aprender de la experiencia ajena

A nadie se le escapa que la inmensa mayoría de las personas que debieron emprender la aventura de educar o estudiar en la virtualidad a partir de marzo de 2020 no sabían hacerlo, y es muy lógico. Nadie habría pensado nunca en esta posibilidad, especialmente en la educación preescolar, primaria o secundaria, de no haber aparecido la pandemia. Por esta razón, no tiene nada de sorprendente que debamos corregir el rumbo en alguna medida. Sin embargo, para que este esfuerzo por hacerlo del mejor modo posible dé sus frutos, debe ser solidario, y esta solidaridad comienza por escucharnos.

Por ello, el cuerpo docente debe dialogar con el alumnado y sus familias para conocer el resultado de sus decisiones didácticas. Y, sobre todo, el personal directivo tiene el deber de escuchar a todas estas personas porque, al ser responsables de la toma de decisiones, tienen en sus manos el éxito o fracaso de todo el proceso. El alumnado y sus familias, cuando sea el caso, también deberán reflexionar sobre cómo pueden mejorar las condiciones del aprendizaje. El modo más eficaz es, probablemente, comunicar sus dificultades y también los aspectos de cada curso que les resultan útiles.

La experiencia de las y los estudiantes y sus familias es invalorable a la hora de evaluar nuestras decisiones pedagógicas. Cada comentario, cada pregunta, cada reclamo es una contribución que nos ayuda a mejorar nuestro trabajo. Es fundamental que se escuche su voz, sobre todo porque no está en sus manos tomar las decisiones.

Es por eso que, luego, quienes sí deciden deberán hacer los ajustes necesarios para que todo el proceso pueda mejorar, todas las veces que esto sea necesario. No escuchar y no rectificar da como resultado conflictos, pérdida de matrícula, pérdida del prestigio de una institución, falta de motivación y, en términos generales, una educación deficiente y en algunos casos hasta inexistente. Lamentablemente, sabemos que estas situaciones se producen con bastante frecuencia porque nos lo han comunicado repetidamente una cantidad de miembros de nuestra comunidad y un número de colegas que desearíamos que fuera menor.

Desde luego, también hemos recibido noticias de muchos esfuerzos más exitosos, y por eso les animamos a comunicarnos las prácticas que les han dado mejor resultado para que toda la Comunidad se beneficie con estas experiencias. En las próximas entregas veremos modos más concretos de mejorar la comunicación.

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